viernes, 8 de junio de 2007

(11) Bien...

Bien... tras pasarme cerca de dos semanas sin escribir nada, espero que por fin, todos aquellos a quienes les di la dirección de este blog hayan desistido de volver a él debido a su falta de actualización. Habrá quien piense que un blog está concebido para ser consultado por propios y extraños, pero sinceramente, confieso que la verdadera utilidad de éste mi psudodiario en línea no es otra que la de practicar mi olvidado estilo de escritura y no la de compartir mis sentimientos y/o experiencias con nadie que no sea yo mismo o mis múltiples personalidades. La razón por la que escribo en internet es que el hecho de tratarse de un sitio público me obliga a prestar más atención a mis discursos y a su sintáxis, ya que existe esa morbosa posibilidad de ser descubierto por terceros ojos, que por supuesto no sean los del culo... que alguno habrá.
Hace muchos años yo escribía historias de humor, amor y picaresca. No. Es mentira. Lo cierto es que no recuerdo sobre qué solía escribir. Tengo decenas de libretas de todos los tamaños y estilos repletas de ideas, teorías y conclusiones de adolescencia, en ocasiones burdas y precipitadas, alcanzadas la mayor parte de las veces por los impulsos y los instintos antes que por un verdadero razonamiento ordenado y lógico, y en ocasiones, a mi juicio, prudentes y acertadas, fruto de la reflexión postparto o de la saturación de alucinógenos.
Voy a intentar escribir algo serio...
...O mejor aún, voy a autoplagiarme algo que escribí no hace mucho, que es más cómodo y echa por tierra todo lo anteriormente dicho.
Es un poema extranger (dicho en ingles) sobre la verdadera razón de este blog. Aunque es algo cursi y relamido, me sirve para demostrarme dos cosas, una, que aún soy capaz de escribir más de veinte versos sin caer en la pornografía, y dos, que no soy muy listo al publicar esto aquí cuando sé positivamente que antes o después será leido por los ojos que lo inspiraron; y yo, por supuesto, me moriré de vergüenza...

Se titula: O sea

.

Me siento medio poeta

cuando me azota ese viento

que cuando sopla por dentro

me lanza a por la libreta.

Ya luego me desengaño,

cuando leo estas palabras

y encuentro un regusto a cabra

que tanto incita a ir al baño.

Pero tengo que escribirlas

aunque toque las narices

porque si no las expulso

pasan a ser cicatrices.

Así que vamos al grano

y basta de dar rodeos

que se me cansan los dedos

y se me queja la mano.

A las siete de la tarde

de un veintinueve de abril

han vuelto a crecer las flores

en un desierto son fin.

Y siento un calor extraño

cuando pienso en su ternura,

en sus ojos, sus palabras,

y en su preciosa cintura...

Aunque nos gusta mirarnos,

amar, no sé si me ama;

sólo sueño en despertarnos

abrazados en la cama.