viernes, 11 de mayo de 2007

(5) Antes del naufragio

-Donde las dulces hierbas mecidas por la brisa de mayo hayan su fin, dejo caer mi huesuda carga...
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Por un prao llevo mi chalana hasta la orilla. Meto un pie, un brazo, la cabeza... y me dejo llevar, descoyuntada el alma, en una barca hecha tritones.
Ciempiés, almendras, brotes tiernos de abedul engalanan las cabrillas suaves de la bajada de plata. Hace Sol, las sombras de las hojas se deslizan desde la proa hasta las ondas de mi fluir, río abajo, entre los juncos y las choperas. A estribor, una de cal, a babor, una de arena.
Ya mis manos yacen sobre la fresca película de agua fina que lame lenta sus dedos cansados. Corre el aire, fluye por mis pulmones. Mirando al cielo, sin abrir los ojos, escucho un pájaro que llama entre las ramas. Con disimulo, una ráfaga de calma afloja mis nudos y me quedo ausente. El masaje de las sombras me devuelve el rostro, y al río el agua; y entre las hojas, como una nube, mi alma se escapa

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